Cuando Carol Baltosiewich era una monja católica, pasó diez años cuidando a hombres jóvenes que estaban muriendo de sida. Pero eso no evitó que, la primera vez que hablé con ella, en 2016, estuviera aterrado de decirle que soy gay.
Como reportero que cubre la Iglesia, empecé a entrevistar a personas católicas que trabajaron y se esforzaron durante el pico de la crisis del sida en Estados Unidos, más o menos entre 1982 y 1996.
Gente como Baltosiewich persistieron en sus esfuerzos pese a la continua hostilidad de los líderes de la Iglesia católica hacia las personas gay y a los estigmas generalizados que existían en ese momento.