Me tomó dos horas y tres autobuses llegar a su gimnasio. Mi horario de trabajo estaba dividido en dos turnos en una escuela de inglés de Seúl, por lo que tenía un espacio de cinco horas para tomar una siesta o ir a su gimnasio donde, dado el largo viaje, apenas tendría tiempo suficiente para empezar a sudar.
Igual fui. Encontré a Tae Ho en Instagram durante mi primer año como profesor en Corea del Sur; supongo que había dado demasiados me gusta a fotografías de fisicoculturistas coreanos, y el universo de las redes sociales me estaba dando un empujón.
Sin embargo, jamás le di me gusta a ninguna de las fotografías de Tae Ho, pues temía que me bloqueara por mi descarada lujuria.