América Latina es una región cruel para las personas trans. Muchas de ellas mueren en circunstancias violentas y poco claras, y la justicia rara vez resuelve sus casos.
Su esperanza de vida, según varios estudios, es de 35 años. Ser trans en esa parte del mundo significa, en demasiados casos, estar condenada a la violencia, la pobreza y la marginación.
Las opciones de vida, numerosas veces, se han resumido en huir de sus países o quedarse y ser atacadas, discriminadas o asesinadas.
Ese fue el caso de Vicky Hernández, una mujer trans hondureña, trabajadora sexual que también hizo activismo apasionado, fue una hija y hermana entrañable.