Como bibliotecaria que ha salido con hombres y mujeres, no pude evitar pensar en cómo se categorizarían mis diversos amores según el Sistema de Clasificación Decimal Dewey.
Stefan, por ejemplo, era un arquitecto (720.23), además de californiano (979.4) con ojos del color del océano (551). Nuestro amor parecía un cuento de hadas (398.2); sabía que me iba a casar con este chico.
Al mismo tiempo, sentí una punzada de pérdida, porque estaba “eligiendo un bando” (por mucho que odie esa expresión) y ser una feminista queer era una parte importante de mi identidad. ¿Qué significaría hacer mi vida con un hombre? ¿Cómo me clasificaría a mí misma (y a nosotros)?