Juan Guerrero González no se despega de su teléfono. Todos los días espera ansioso una llamada. No tiene la absoluta certeza si ocurrirá ni mucho menos a qué hora.
Si la pierde, no podrá llamar de regreso. Su interlocutor, su novio desde hace más de ocho años, tiene una sola oportunidad para hablarle, pues se encuentra en una celda de aislamiento en el Winn Correctional Center, un centro de detención que el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) tiene en el estado de Luisiana.
Solo lo sacan unos breves minutos al día para el aseo y ahí aprovecha para comunicarse. Las llamadas lo dejan totalmente destrozado, cuenta Juan al Washington Blade desde su hogar en la Florida.