[Estamos en WhatsApp. Empieza a seguirnos ahora] Era un hombre blanco homosexual que había adoptado a una hija birracial, así que no sabía muy bien cómo elegir sus trajes de baño.
Una vez le puse un traje de dos piezas de algodón rojo confeccionado por mi madre, una elección elegante, pero poco práctica, algo que aprendí cuando se empapó.
El verano en que cumplió cuatro años, me dijo: “Papá, ¿podemos ir a la piscina del parque?”. “Enseguida”, le dije, y luego me arrepentí.
Porque no estábamos preparados. Ella crecía deprisa y necesitaba un traje de baño nuevo. Al día siguiente, de compras por mi cuenta en una tienda por departamentos, me costó encontrar algo que le gustara y que no se le cayera, y al final me decidí por una especie de traje de buzo rígido y de color celeste que le llegaba hasta las rodillas y los codos.