Nunca quise ser escritor. Yo era diseñador de información. Convertirme en columnista, como tantas otras cosas en mi carrera, fue hasta cierto punto producto de la casualidad.
Ahora que termino con esta columna, me gustaría compartir la extraña forma en que comenzó. Tras muchos años en la redacción del Times como editor gráfico y más tarde director gráfico, seguidos de un breve periodo en la National Geographic, volví al Times: me había reunido con el editor ejecutivo para comer.
Él me convenció de volver al periódico. Le dije que me gustaría elaborar gráficos para Opinión. Cuando me reuní con Andy Rosenthal, en ese entonces editor de la página editorial y jefe de Opinión, me sugirió que escribiera introducciones de 400 palabras para los gráficos, a pesar de que yo no era escritor.
Rechazó el título que propuse, Op-Chartist —grafiquista de Opinión— por considerarlo demasiado complicado, y me dijo que simplemente se me diría columnista.