LONDRES — Tan solo cuatro meses después de permitir que una disputa pública sobre los brazaletes con los colores del arcoíris eclipsara el inicio de la Copa del Mundo en Catar, el órgano rector del futbol mundial enfrenta cuestionamientos similares sobre si las jugadoras podrán expresar su apoyo a los derechos de las personas homosexuales en la Copa Mundial Femenina de este año.
Todos los involucrados en este conflicto están de acuerdo en que eso no debería volver a ocurrir. Puesto que su reputación se vio afectada por las intensas reacciones públicas e internas en noviembre, cuando los líderes del futbol silenciaron un plan para portar brazaletes que promovían una campaña de justicia social y amenazaron con suspender a los jugadores que participaran en eso, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, declaró en marzo que la organización había aprendido lecciones de los acontecimientos sucedidos en Catar.
Para evitar un nuevo enfrentamiento con algunas de las mejores jugadoras del mundo en su propio campeonato, Infantino prometió que se encontraría una solución antes de la inauguración de la Copa Mundial Femenina en Australia y Nueva Zelanda el 20 de julio.
A pesar de que ofrecía esas garantías, la FIFA ya había encontrado una nueva manera de hacer enojar tanto a sus jugadoras como a sus socios.